martes, 27 de septiembre de 2011

El subversivo vergel


Son muchas las ocasiones desde que los hombres comenzaron a organizarse en aldeas durante el neolítico, en las que se han dado revueltas contra el helénico término de gobierno, inclusive en nuestra querida esquinita europea, frecuentemente ajena a los grandes acontecimientos. Una de las últimas metamorfosis autóctonas ha sido el repentino y vigoroso movimiento del 15-M.
Nacido de entre la nada y de entre el todo, de entre la pasividad ciudadana y la indignación de la misma, de entre la ausencia de una oposición firme y palpable contra los exabruptos que regían e imperaban en la diligencia política, los partícipes de la gran repercusiva movilización coparon horas en las pantallas, las ondas, las páginas y las redes inalámbricas del país y del exterior, siendo así el foco principal durante los días previos a los que fueron los comicios autonómicos marcados y recordados por esta tempestuosa revuelta nacida de la tierra española

Por su parte la delegación del gobierno, el jardinero del jardín lleno de vibrantes flores, intentaba que éstas no se reprodujesen en exceso para evitar su expansión por otras tierras, algo inevitable por naturaleza propia. Es cierto que gran número de las flores de aquella plaza del Sol comenzaron a marchitarse, pero otras tantas decidieron quedarse en el jardín para reivindicar su situación y esperar a ver si volvía a salir el sol del que hacía mención su auto establecido habitáculo, y llegaba de alguna forma la codiciada agua por algún repentino regadío, distinto eso sí, a las dos grandes fuentes establecidas hasta ese momento, sobre las que se posaban un ave y una rosa.
El convulso revoltijo de flores postula aspectos como una ley justa para decidir los mejores jardineros, los árboles que portarían la savia de la justicia, así como el derecho a una maceta digna y asequible, a poder seguir trabajando con equitativos convenios con las abejas…

El polen saliente de los capullos se esparció por otras tierras y otras villas, llegando incluso a cruzar océanos y alcanzar la tierra del sueño, invadiendo así el sentir ciudadano de unos cuantos “yankys” que protestaban cual niño sin caramelo en las puertas de la mayor floristería mundial, “Wall Street Center”.
Ahora las flores entran en estado otoñal, lejos de su gran esplendor primaveral, pero todo apunta a que la parda floresta ofrecerá nuevas estampas con  el plebiscitario aniversario de la muerte del antiguo dueño del jardín, don paquito.

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